PARROQUIA MISIONERA, CASA DE MISERICORDIA
Iluminación de la XI Asamblea Eclesial Diocesana de Pastoral
1era Parte
En esta Asamblea damos un paso más en el camino recorrido de manera sinodal en nuestra diócesis. Hemos pensado una misión permanente en el sentido de un talante de búsqueda constante de renovación eclesial y conversión pastoral.
2. La Misión Permanente de la Misericordia pretende ser un kairós para nuestra Iglesia diocesana. Nace y se nutre de la vitalidad del Concilio Vaticano II, del magisterio del papa Francisco, del impulso misionero de la Misión Continental, del Proyecto Global del Episcopado mexicano, y finalmente asumiendo también nuestro glorioso pasado martirial, a fin de testimoniar la alegría del Evangelio en nuestro contexto histórico.
3. La experiencia primera y fundamental de la Iglesia es la parroquia, que es la “Iglesia entre las casas”, como decía San Juan Pablo II. La estructura parroquial juega un papel esencial en la renovación eclesial y, consecuentemente, en la realización de la Misión Permanente de la Misericordia.
4. En esta iluminación se pretende ofrecer una serie de reflexiones eclesiológicas en torno a la parroquia, a fin de encontrar ideas fuerza que nos ayuden a discernir las exigencias pastorales para esta etapa de nuestra Misión.
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I. UNA MIRADA RETROSPECTIVA:
¿CÓMO Y PARA QUÉ SURGIERON LAS PARROQUIAS?
5. En el contexto actual de una profunda crisis de descristianización, el papa Francisco afirma que la parroquia no es una estructura caduca, sino que tiene una gran capacidad de renovación y adaptación a nuevas realidades (EG 28). La parroquia es la Iglesia en proximidad. Samaritana, la parroquia se hace compañera de camino y es capaz de curar con el vino del consuelo y el aceite de la esperanza a quienes encuentra heridos en el camino de la vida.
a. La Iglesia de casa o Iglesia doméstica
6. El verbo griego “paroikéo” se traduce como “habitar cerca de”, “vivir entre”, “ser vecino”. El sustantivo “paroikía” significa vecindad, lo cual refiere la capacidad de acogida del extraño como propio. La traducción de los Setenta utilizó este verbo para referirse a Abraham y a sus hijos como comunidad familiar en medio de un pueblo extranjero.
7. En el Nuevo Testamento encontramos la esencia de la parroquia en las pequeñas comunidades eclesiales o Iglesias domésticas a las que san Pablo se refiere como “casa”: “saludad también a la Iglesia que se reúne en su casa” (cfr. Rm 16,5; 1 Cor 16,19; Fil 4,22). Se trata del espacio cercano y acogedor en el que se transmite la fe, se predica el Evangelio, se ejercita la caridad, se celebra la vida, especialmente la eucaristía. “En estas ‘casas’ se puede reconocer el nacimiento de las primeras parroquias”.
8. La Iglesia de casa nos recuerda y realiza el deseo divino del Señor que quiere habitar el medio de la humanidad. Recuerda la “tienda de reunión” (Éx 33,7), el anticipo de la casa de Dios, ahí donde Israel se reúne para escuchar la Palabra de Dios, que quiere hacer de la Tierra prometida casa para Israel. Esta promesa se realizará y condensará en el Templo construido por Salomón como casa de Dios.
9. Sin embargo, Dios no limita su cercanía y proximidad al Templo. Su morada no se puede restringir a un lugar ni se debe poner la confianza en el Templo en cuanto construcción material sin referencia alguna a la alianza (cf. Jer 7,2-14). Israel tendrá que ir profundizando en la comprensión de que el Templo es solo un signo de la presencia y cercanía divina, pero que la verdadera casa de Dios es Israel: “derramaré mi espíritu sobre la Casa de Israel” (Ez 39,29)
10. El momento más denso de esta cercanía y proximidad divina con el mundo es la Encarnación. Dios habita en el mundo por medio de la Palabra que “ha puesto su morada entre nosotros” (Jn 1,14). En el misterio de la Encarnación se funda la teología de la parroquia por el sentido de cercanía y proximidad de Dios por medio de la Iglesia, sacramento universal de salvación, porque responde a la lógica de la encarnación de Jesucristo, vivo y activo en la comunidad humana.
11. Desde esta referencia bíblica a la Iglesia como “casa”, podemos entender la invitación de nuestros obispos a retomar el mandato de Santa María de Guadalupe a construir una “casita” donde se manifieste el consuelo materno de Dios (PGP 9.10.152-155); ahí donde se cumpla la promesa de paz, de reconciliación, de fraternidad; lugar de encuentro, cercanía, convivencia.
b. De la Iglesia de casa a la organización territorial
12. En torno al año 150 se comenzó a enviar algún presbítero a las zonas rurales para que en nombre del obispo presidiera la eucaristía. Más tarde, en la paz constantiniana se utiliza ya la palabra parroquia para designar la más pequeña comunidad de la Iglesia, presidida por un delegado presbítero del obispo. Se garantizaba así la atención pastoral a las personas que vivían fuera de la sede episcopal y se vinculaba la parroquia a un determinado territorio, ámbito de jurisdicción del presbítero con su relativa autonomía.
13. En el Concilio de Trento se da la sistematización definitiva de la parroquia desde su aspecto jurídico y canónico. No será sino hasta el Concilio Vaticano II que se le dará un sentido más eclesiológico.
14. Cada parroquia tendría entonces su párroco presbítero con el deber de residencia. Se le confiaban la parte de los fieles cristianos que tenían su domicilio en el territorio parroquial. El criterio de demarcación de la parroquia era exclusivamente territorial, con sus confines bien definidos. El párroco debía conocer a todos sus parroquianos, catequizarlos, ofrecer los sacramentos y gobernar la porción a él encomendada; debería primar el interés por la cura de almas más bien que por los beneficios económicos. De este modo, Trento vincula estrechamente la figura de la parroquia a la del párroco. La identidad misma de la estructura eclesial gira en torno a quien la dirige, alejando a los laicos, de manera desafortunada, de su corresponsabilidad y participación propia en razón del bautismo.
15. Previo al Concilio Vaticano II aparecen ya algunos estudios sobre la necesidad de renovación de la parroquia. La industrialización y la urbanización creciente, siglos XIX y XX, se encuentran al origen de la transformación de la vida social y, por tanto, de la parroquia.
c. El reto de renovar la parroquia
16. Se da entonces el paso de una civilización monolítica y sagrada a una civilización tecnológica, industrial, pluralista y secular. Desaparece la estabilidad de las sociedades tradicionales. Inicia una expansión caótica y confusa en el territorio urbano; aparece la migración del campo a la ciudad, la pérdida de identidad cultural, y nuevas relaciones humanas que no tienen nada que ver con la vida parroquial desde el ámbito puramente territorial.
17. El criterio de vecindad cede al criterio del grupo. Hay una pérdida del rol de la vida cristiana en la sociedad. Esta adquiere nuevos símbolos y rituales que sustituyen a las celebraciones sacramentales. En el contexto de la cultura rural, la parroquia juega un rol esencial. En la ciudad, en cambio, la parroquia ha perdido su rol primario incluso para la vida cristiana, cuánto más para la vida social. La parroquia termina siendo una agencia especializada en celebraciones religiosas, pero tiene socialmente un rol secundario y marginal.
18. Además del decreciente número de presbíteros, esta realidad cultural ha llevado a replantearse la permanencia de la estructura de la parroquia; sin embargo, esto no debe ser visto como algo negativo, sino como algo providencial. En efecto, desde la marginalidad podemos encontrar nuestra verdadera identidad como Iglesia servidora del Reino, signo de salvación para el mundo. “La Iglesia ha sido espiritualmente más fuerte cuando ha estado empobrecida institucionalmente e incluso socialmente marginada”.
19. La pregunta sobre la pertinencia e importancia de la parroquia no sólo es válida, sino incluso necesaria si se pretende una auténtica renovación. Si queremos que el proyecto de la Misión Permanente de la Misericordia arraigue y dé frutos, ¿podemos pensar en una verdadera reforma de la Iglesia? Pero ¿cuál sería entonces el criterio de renovación de la parroquia? Tendríamos que plantearnos el viraje de una concepción jurídica-canónica hacia una perspectiva eminentemente teológico-pastoral.
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II. ESBOZO DE UNA TEOLOGÍA DE LA PARROQUIA
20. Algunos elementos teológicos de la eclesiología del Concilio Vaticano II nos pueden ayudar a pensar en una teología de la parroquia, ello nos permitirá responder mejor al proyecto pastoral de la Misión Permanente de la Misericordia. Uno de los grandes aportes de la eclesiología conciliar es reflexionar la parroquia como lugar teológico, ahí donde la pregunta esencial versa sobre la identidad y la misión de la parroquia.
a. Identidad y misión de la parroquia
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21. San Pablo VI decía que la parroquia es la presencia de Cristo en la plenitud de su función salvadora. La parroquia es así la casa de los creyentes, la casa del alma, la casa de la esperanza, del deseo de encontrarse y unirse con nuestro Señor Jesucristo.
22. Algunas líneas de acción nos ayudan a comprender la parroquia como realidad teológica en el contexto de nuestro proceso pastoral. Se trata de la experiencia de la parroquia como asamblea local, el espacio privilegiado para la formación del discipulado misionero, la eucaristía como centro de vida parroquial, el carácter misionero de la parroquia y la misericordia como fuerza cohesiva de la parroquia.
b. La experiencia de Iglesia en la parroquia
23. En primer lugar está la relación de la parroquia con la diócesis. La parroquia se inserta como célula de la Iglesia diocesana, se vincula con la Iglesia particular y por ella con la Iglesia universal. Como la célula de un cuerpo, tiene toda la vitalidad del cuerpo en ella y desde ella se nutre a todo el cuerpo con su propia vitalidad; no es un fragmento que se suma a otros para formar un todo. En la parroquia se tiene la experiencia primera y fundamental de Iglesia, de la única Iglesia de Cristo, Iglesia Católica-Universal, aunque, evidentemente, no agota la realidad misma de la Iglesia.
24. En segundo lugar, el Concilio Vaticano II supera el espacio geográfico y enseña que la territorialidad no determina la naturaleza de la parroquia, sino sólo para individuar la comunidad particular en un lugar. Lo que la define no es el territorio, sino el concepto teológico pastoral de Iglesia nuclear, por ello podemos decir que la parroquia es la Iglesia (cf. SC 42, LG 26.28, CD 30). En tercer lugar, la parroquia deja de tener su punto de referencia en el párroco para enfocarse en la comunidad creyente como porción del pueblo de Dios.
25. El territorio geográfico tiene como ventaja la objetividad y claridad de pertenencia. Puede favorecer la inculturación en un determinado espacio vital y favorecer una mejor planeación pastoral. Habrá que reconocer no obstante que el fundamento teológico de la parroquia no es el territorio, pues tiene apenas un carácter más bien funcional y jurídico. Sin embargo, no deja de tener una significatividad muy importante y variada. Tendríamos que hablar ahora de un “territorio existencial”, entendido de forma antropológica, social, política, y no sólo geográfica. La parroquia puede “encontrar otras modalidades de cercanía y proximidad”. En las grandes ciudades, con frecuencia los domicilios son utilizados por muchas personas solamente para pernoctar, sin mantener ningún tipo de vínculo con la circunscripción parroquial.
26. En el siglo IV se habla de parroquia y diócesis como sinónimos. Fue hasta el siglo XIII cuando el término diócesis asume el concepto que tenemos hasta hoy, distinguiendo claramente la diferencia y la dependencia de la parroquia respecto de la diócesis. La parroquia es una prolongación de la diócesis; como célula se define ya no por la mera función del párroco, sino del ministerio del párroco al servicio de la comunidad de bautizados. Comparte con toda la Iglesia universal el carácter sinodal y misionero.
27. En cuanto comunidad cristiana fundamental, la parroquia tiene todos los elementos que la hacen una verdadera Iglesia, pero no toda la Iglesia, sino que la concretiza en el aquí y ahora. San Juan Pablo II afirmaba que la parroquia es la primera comunidad eclesial después de la familia. De hecho, es la primera escuela de la fe, de la oración, de la vida cristiana, el primer campo de la caridad eclesial, el primer órgano de la acción pastoral y social, el terreno más apto para hacer florecer vocaciones sacerdotales y religiosas, la sede primaria de la catequesis. Teológicamente también la parroquia se subordina a la diócesis, debe mantenerse en comunión de fe y caridad con el obispo y la diócesis, y por ella, con la Iglesia universal, todo ello en coordinación pastoral con el obispo, de manera orgánica y de conjunto.
28. La parroquia es la experiencia eclesial básica por la proximidad y cercanía. En ella, la comunidad de creyentes se relaciona de forma personal en un ámbito de la cultura del encuentro, se comparten problemas comunes, necesidades, esperanzas e ilusiones en beneficio de la comunidad local. La participación en la parroquia tiene un sentido de pertenencia a la Iglesia, en ella se pueden desarrollar liderazgos eclesiales y sociales, así como generar verdaderos procesos bien estructurados que respondan a la realidad concreta de la comunidad.
c) Parroquia como espacio de formación de discípulos misioneros
29. La parroquia existe para formar discípulos del Señor (Mt 28,19-20). La parroquia gira en torno al discipulado, toda acción pastoral debe conducir al encuentro y al seguimiento de Jesús. Sin él, la parroquia, la Iglesia, pierde su razón de ser.
30. El primer paso indispensable e imprescindible es el encuentro vivo y existencial con la persona de Jesucristo como Señor y Salvador. ¿Cómo propiciar este encuentro? No será posible desde la concepción de la parroquia entendida como centro de administración y distribución de servicios religiosos, sino en la vivencia de comunidad cristiana de seguidores de Jesús. ¿Qué imagen de Iglesia estamos transmitiendo cuando subrayamos el aspecto burocrático de los requisitos por cumplir para la celebración de un sacramento?
31. La evangelización es la tarea fundamental de la parroquia. Comienza por el impacto del testimonio de quienes encuentran a Cristo como el gran tesoro de su vida. Del encuentro con Cristo nace la vida cristiana y el deseo vehemente de llevar la buena noticia del Evangelio a todos. Del encuentro nace el itinerario formativo del discípulo misionero que se realiza en la comunidad de la parroquia e induce a la misión, siempre en una permanente conversión personal y pastoral. Es tarea de la parroquia y de todos los agentes de pastoral propiciar este encuentro vivo, existencial y transformador con Cristo (Aparecida 250)
32. Hablando de la formación cristiana, el perfil ideal de la formación del discípulo misionero es Jesucristo. Necesitamos conformarnos a sus criterios, seguir sus principios, asumir sus valores, experimentar su vida, actuar como él. Una auténtica formación cristiana tiene tres características, es integral, es permanente y progresiva. El centro es Jesucristo.
33. La formación no sólo consiste en conocimientos o doctrinas, sino en una experiencia del compartir la vida, toda la vida de Jesús. Una formación integral que nos permita crecer en todos los aspectos de nuestra vida, mantener un mejor trato con los demás, mayor sensibilidad frente a las necesidades, más misericordia en nuestro comportamiento y nuestras acciones, en una palabra: ser cada vez más como Jesús.
34. Toda acción pastoral de la parroquia debe ser entonces formativa, ha de conducir a un encuentro o a un reencantamiento con Cristo. Se trata del inicio o reinicio del proceso formativo como discípulo misionero. En la parroquia se puede asegurar que de forma explícita y metódica existan lugares y momentos para la formación integral de los agentes, siempre conforme a sus posibilidades y subsidiada por instancias eclesiales más amplias.
d. La eucaristía como eje de la sinodalidad
35. La eucaristía es el inicio, el centro y el culmen de la vida cristiana, por tanto, de la parroquia (LG 11, CD 30). La eucaristía no sólo convoca a la comunidad cristiana, sino que la constituye Cuerpo de Cristo. Por la acción del Espíritu Santo, Cristo constituye a la Iglesia como su Cuerpo y entra en una profunda comunión con ella.
36. La parroquia es una comunidad eucarística convocada por Dios para la escucha de la Palabra y la fracción del pan. La vida de la parroquia gira en torno a la eucaristía dominical; todo converge en ella. Es ella la manifestación del misterio mismo de la Iglesia. Ahí se realiza sacramentalmente el misterio de la comunión, se ayuda a crecer a los discípulos misioneros en su formación cristiana, es espacio de diálogo, de anuncio, de caridad y adoración, de celebración de vida. En la eucaristía se descubren, animan y valoran los diversos carismas de todos los fieles.
37. En cuanto Iglesia eucarística la parroquia se convierte en ejercicio de sinodalidad, de comunión y participación a partir del propio ministerio, carisma o servicio que se ejerce en corresponsabilidad. Por eso, la parroquia es en primer lugar el espacio de la comunión de fieles. Esa es la tarea de la parroquia hoy: ser una comunidad, redescubrirse comunidad; no cristianos solos, porque ser cristiano significa creer y vivir la propia fe junto a otros, ser Iglesia.
38. Nuestro alimento, que es Cristo, es vida plena. No es una vida que lleva solo a una mera sobrevivencia, sino que se trata de algo integral. La vida es un signo de la realización de la Nueva Evangelización que se cumple ciertamente en la vida sobrenatural, pero también en la mejora de la calidad de vida concreta. La finalidad última de la Nueva Evangelización es la participación de la vida de Cristo, vida abundante y plena en los diversos escenarios, desde la dimensión espiritual hasta la vida físico, biológica, ecológica, cultural, política.
39. La vida sobrenatural de la gracia nos conduce a valorar a cada persona, nos conduce a interesarnos en la construcción de un mundo mejor como digna morada de aquellos que han sido santificados por la gracia.